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Emitido
Aunque proviene de una formación científica, de la que no reniega, Roberto Fernández Ibáñez está profundizando en otros ámbitos, menos ceñidos a lo racional y a la constatación empírica.
En este programa el artista recibe en su taller a Pincho Casanova de El Monitor Plástico. Dice que no se define estrictamente como poeta ni como fotógrafo, aunque, reconoce, «lo suyo» es la fotografía.
Roberto está interesado en los temas del tiempo, la memoria, la esperanza. Destaca la oposición desencanto / reencantamiento; en este momento está profundizando en particular en el reencantamiento del mundo, que es la meta a la que quiere llegar. Dice que se ha perdido el sentimiento de lo mágico. Él se formó en una disciplina científica como la Química, que le ha aportado conocimientos fundamentales para su práctica en la fotografía, pero también quiere rescatar esos otros ámbitos.
Nos presenta su libro «La última vez que fue visto un unicornio», con fotografías y textos propios. La imágenes fueron capturadas con una cámara estenopeica: una caja estanca donde la luz entra solo por un pequeño orificio (estenopo), impresionando el material fotosensible ubicado en la cara opuesta. Esta técnica exige una larga exposición, por lo tanto, solo quedan registrados con nitidez los objetos que están quietos. En el libro el narrador relata que en su deambular está acompañado por un unicornio, que no queda registrado en las imágenes, precisamente, porque se mueve. Solo aparece en la última fotografía, que se ha logrado en el único momento en que está paciendo sosegadamente.
Roberto nos habla del trabajo compartido con su esposa Alicia Acuña, dibujante técnica, artesana, participante de la Feria del Libro y el Grabado de Nancy Bacelo. Como un ejemplo, nos muestra un candelabro de autoría de Alicia, de donde él tomó la imagen del unicornio.
Comparte su libro «Contemporaneidad de las brujas» (2018, Yaugurú), que responde a la necesidad de dar visibilidad a la violencia de género. Con esa perspectiva se contactó con mujeres de su entorno que podían haber sido consideradas «brujas» en otro momento histórico solamente por su independencia.
El disparador de cada trabajo puede ser una palabra, una noticia en televisión, o ideas surgidas mientras corría maratón, como ocurrió con las fotografías de su muestra «Ojos de topo» (1991-1992). En ellas fotografió su cotidianeidad tal como la veía sin anteojos. La técnica usada fue la suma de múltiples exposiciones y desenfoques; fue su única experiencia de laboratorio en color.
Luego, cámara en mano, Pincho sigue al artista por un camino a través de los árboles hasta una construcción aparte. Llegamos entonces al laboratorio, un espacio repleto de ampliadoras, mesas con escuadras, cajas de papel fotográfico, cubetas de revelado e innumerables frascos alternando con banderines de Liverpool y de Nacional. El artista reconoce estar cómodo en ese recinto, y nos confía: «Acá es donde surge todo».